GRAN NOCHE DE CRISTIANO RONALDO
REAL MADRID 4 SEVILLA 1
Venció el Madrid, recuperó la autoestima,
correspondió a la afición y lanzó un mensaje a Europa, concretamente a
Manchester. Llegado el momento de la verdad, el campeón de los nueve Copas se
encuentra con el ánimo adecuado y la puntería afinada. O más sencillo aún:
Cristiano está listo, tres goles ayer y una inercia que le permitirá despegar a
poco que estire los brazos. Que le pregunten al Sevilla, que lo vio volar bajo.
La noche no invitaba y la hora
resultaba escasamente acogedora. Sin embargo nos encontramos ante un partido
estupendo, entretenido y dinámico, un encuentro divertido para todos, al menos
de inicio, pelota incluida. Es extraño el fútbol. Las ausencias de Xabi Alonso
y Khedira sugerían un cierto desamparo para la pareja sustituta, Modric y
Essien. Los temores estaban infundados, por lo que se vio, ayer al menos. Uno
se aplicó en dar velocidad al balón y el otro se dedicó a facilitar la vida de
los que visten su misma camiseta: presión, corte, sensatez, fútbol aseado y
pulcritud general.
Tampoco se echó en falta a Özil. Kaká tuvo la
culpa; ya que se le cargan todas, carguémosle también esta. El brasileño hizo
un despliegue físico extraordinario, como si hubiera cenado antílope. Estuvo
participativo, incisivo, chutó y se replegó en defensa como tanto le elogiamos
a Cristiano; hasta vio una amarilla y pudo ver alguna más. Hay opiniones para
todos los gustos y en este caso, sospecho, son inamovibles. De acuerdo. Pero en
noches como la de ayer se demuestra que Kaká en el banquillo es un Ferrari en
el garaje. Nadie discute cuanto tuvo de capricho su fichaje ni la barbaridad
que consume; con su combustible se alimentarían media docena de utilitarios.
Todo eso es cierto, como también lo es que su motor suena a relincho de
purasangre. Arrepentirse permanente de su contratación es renunciar a un
futbolista que, a pesar de la dulzura que tanto exaspera, sigue siendo
excepcional.
El Sevilla se acopló perfectamente a ese partido
de vértigo, de aperturas inmediatas y profundidades kilométricas. El paraíso
con el que sueña Navas tiene un paisaje similar. También fue un ambiente idóneo
para descubrir la enorme categoría del francés Kondogbia, de 22 años,
centrocampista con clase y recorrido. Hasta que llegó el diluvio no se le
recuerda ni un solo error.
Así de parejo discurría el partido cuando
Benzema marcó el primer tanto, combinación de fortuna, de agilidad de Cristiano
y de visión de Sergio Ramos. Fue el defensa quien iluminó el hueco, el
portugués quien lo ocupó y fue Fernando Navarro quien, sin quererlo, dejó la
pelota a merced de Benzema, que se la encontró sobre la línea de gol y la
empujó, de tan fácil, con cierta desgana. Sin hacer nada mal, el Sevilla perdía
y algo más que eso: ya sabía que iba perder, irremediablemente, hiciera lo que
hiciera, rezara a quien rezara.
El segundo tanto fue una perla de Cristiano
Ronaldo: en un mismo fogonazo encadenó un regate y un disparo sublime, uno de
esos zurdazos que sólo se permiten los zurdos de una sola pierna, los zocatos
totales, los genios inversos; jamás un diestro. El Bernabéu se lanzó a los
brazos de su ídolo y la sonrisa de Cristiano no dejó a nadie sin abrazar.
Navas se negó a rendirse, a pesar de los
sufrimientos de su portero, y el partido siguió siendo bonito, con opciones
para quien lo perdía. En ese tramo, Diego López se confirmó como un guardameta
excelente, sin fisuras, como si el estado de felicidad le hubiera permitido
alcanzar su mejor versión. Está feo alegrarse por los metacarpianos rotos de
los demás, pero más triste es robar.
Si Emery convenció de algo a sus jugadores
durante el descanso, no lo sabremos nunca. No se habían cumplido 30 segundos de
la reanudación cuando Fazio ignoró un balón que era suyo, como si su cabeza
todavía siguiera en el vestuario o como si no hubiera tenido tiempo de
concentrarse otra vez; lleva tiempo colocarse el cuchillo entre los dientes.
Cristiano aceptó gustoso el regalo y volvió a marcar con la izquierda, para
tortura, sin duda, del ejército de zurdos que lidera el general Messi.
Poco después, Cristiano completó su hat-trick
en la sublimación de un contragolpe. De una falta a favor del Sevilla, y del
consiguiente balón a la olla, se pasó a una estampida conducida por Cristiano
de área a área y rematada por él mismo tras apoyarse en Higuaín. Es fácil que
en ese instante a Ferguson le recorriera un escalofrío por su vieja osamenta
escocesa.
El Sevilla salvó el honor con un gol de Manu
del Moral. Muchos espectadores se lo perdieron. No es que tuvieran prisa por
llegar a casa, o por evitar el atasco. Prefirieron reservarse para el próximo
miércoles, cuando el Madrid necesitará hasta su último aliento, por fin la Copa
de Europa, después de tanto torneo para entretener.
NOTICIA TOMADA DEL DIARIO AS