Las
ráfagas del Madrid rompen al Alba ante 12.000 alemanes
EUROLIGA | ALBA BERLÍN 63 - REAL MADRID 77
Se alzó el telón de la Euroliga de verdad, la
del Top-16, y en el estreno siempre hay nervios. Todos parten de cero y el más
débil puede ponerse gallito si juega con la grada soplando a favor. Las velas
del Alba se hincharon a ráfagas, con 12.000 fieles tensando carrillos, pero el
Madrid solventó con un aprobado alto el debut. La primera al zurrón, en una
vuelta inicial que se antoja dura: cinco partidos fuera —ya sólo cuatro— y dos
en el Palacio. Llueve menos.
La puesta en escena del Madrid resultó digna de
un publirreportaje sobre las bonanzas de su estilo ofensivo. Con guionista y
director, no hubiera quedado mejor. Anotación fluida, sí; pero también vimos
brega, la de un Suárez pletórico. Si sus compañeros erraban un lanzamiento, ya
estaba él para pelear el rebote y vuelta a empezar. Sin embargo, la intensidad
blanca voló en el segundo cuarto. De aquellos instantes de fábula no quedó
nada. En los nueve minutos siguientes, apenas siete puntos. Y el Alba puso el
calcetín del revés: del 6-17 al 34-33 tras un triple de Schaffartzik. Quizá
ustedes y yo pensáramos otra cosa viendo el duelo en directo; pero, a
posteriori, con el triunfo blanco en la mano, la explicación puede que sea más
simple. El domingo espera el Barça en una ocasión propicia para hacer sangre.
Que para eso andan los enemigos deportivos, aunque sean cordiales. Y para el
Madrid debió resultar difícil no mirar con el rabillo del ojo al Clásico. Por
una cosa o por otra, los de Laso cumplieron en Berlín a tirones. Como en una
carrera de resistencia en la que prima el bajo consumo. Acelero con suavidad y
me dejo ir. Otra versión más light de la montaña rusa, aunque también con
vaivenes.
El arreón más potente llegó justo tras la
reanudación (37-50, minuto 23) con el quinteto ayer titular en pista, el que
mejor funcionó: Llull, Rudy, Suárez, Mirotic y Hettsheimeir. El brasileño se
mostró más suelto en ataque, de espaldas a canasta, y aún falto de ritmo atrás.
Mientras que Llull y Rudy marcaron diferencias cada vez que pisaron el parqué.