PALIZA HISTORICA EN EL PALAU
BARCELONA 63 REAL MADRID 102
Al Real Madrid le faltó ponerse el batín y correr con
pantuflas. Se sintió tan cómodo ante el Barcelona, desparramado en el parqué
del Palau Blaugrana como si estuviera en el sillón de su salón, que le faltó
jugar en pijama en la aplastante e histórica victoria de anoche. No sufrió ni
un ápice ante un conjunto azulgrana sin efectivos, de acuerdo, pero también sin
ideas ni sentido del ridículo. Así cerró el grifo de derrotas ante los
barcelonistas este curso liderando el primer triunfo, firmando además la mayor
diferencia en un clásico en ese pabellón desde 1968 y evidenciando que cuenta
con un ejército que cumple las órdenes de Pablo Laso sin titubeos. Así
pues, la
luminosa perfección fue blanca y la oscura vergüenza, azulgrana.
El Real Madrid logró el llamativo triunfo agujereando pronto
la defensa del Barça, sin duda su punto fuerte ante la acumulación de
despropósitos este curso. Llenó pronto su marcador de puntos, con un parcial de 1-9 mientras
el equipo azulgrana tardó tres interminables minutos en encestar por primera
vez. Ahí se atisbó
el drama. Ni siquiera sirvió que Rice se ajustara la cinta blanca (23 puntos) o
que Tomic tratara de alzar un muro bajo su aro. La avalancha blanca pronto
arrasó con todo: cuatro de cinco en triples en el primer acto, que fueron ocho
de 11 en el descanso (su media es de nueve por partido y logró 14 en total) y
un Llull que calentaba sus muñecas con nueve canastas ante los constantes errores
locales (20 y 7 asistencias). Sin ir más lejos, seis balones perdidos
espolearon a los madridistas aún más
Por mucho que Dorsey se elevara fruto
de la rabia, pronto llegó Randolph con un tapón memorable para hundir su ego en
el fango de la miseria. Encima, los lanzamientos de tres eran
propiedad de los madridistas al tiempo que el Barça lograba el primero a los 17
minutos. Entre eso y unas transiciones blancas eléctricas, como si metieran los
dedos en un enchufe para equilibrar su colosal defensa con su abrumador ataque,
cualquier intento de reacción barcelonista era absurdo. No acabó ahí el asunto.
Si el Barça rezaba en arameo para recuperar a Holmes tras sufrir una conmoción
para evitar aumentar a seis la nómina de lesionados, el Real Madrid paseaba por
la cancha su colección de jugadores de primer nivel mientras esparcía canastas
en el electrónico como quien regala caramelos. Regalos en defensa
La efectividad blanca contrastaba con el caos azulgrana. Las elecciones en cada ataque eran siempre erróneas y, encima, a los regalos en defensa les faltaba añadirles un lacito y una cariñosa dedicatoria. Ante eso, sólo faltaba que el cansancio por la falta de rotaciones evitara creer en un milagro para remontar los 47 puntos de distancia que llegaron a verse y que acabaron siendo 39.El Real Madrid gestionó su magnífica renta y disfrutó de la plácida velada ante la penuria del Barça. No acaba de arrancar, ya sea por unas razones u otras, pero la pésima imagen es un evidente signo de alarma. Rice no tiene recambio y acumula minutos como quien suma puntos a su tarjeta del supermercado, el grupo adolece de liderazgo y cuando su férrea defensa cae sin paliativos, no dispone de más argumentos. Todo lo contrario que el cuadro blanco, que pisoteó a los barcelonistas como un elefante a una hormiga. No se dio el gusto de cometer torpezas, pero sí lo hizo un Barcelona que tardó cinco minutos en anotar en el último acto y que lució todos los colores de la gama cromática de la vergüenza.