sábado, 19 de noviembre de 2016

Sabado 19 de Octubre 2016
PALIZA HISTORICA EN EL PALAU
                                                    BARCELONA 63 REAL MADRID 102


Al Real Madrid le faltó ponerse el batín y correr con pantuflas. Se sintió tan cómodo ante el Barcelona, desparramado en el parqué del Palau Blaugrana como si estuviera en el sillón de su salón, que le faltó jugar en pijama en la aplastante e histórica victoria de anoche. No sufrió ni un ápice ante un conjunto azulgrana sin efectivos, de acuerdo, pero también sin ideas ni sentido del ridículo. Así cerró el grifo de derrotas ante los barcelonistas este curso liderando el primer triunfo, firmando además la mayor diferencia en un clásico en ese pabellón desde 1968 y evidenciando que cuenta con un ejército que cumple las órdenes de Pablo Laso sin titubeos. Así pues, la luminosa perfección fue blanca y la oscura vergüenza, azulgrana.
El Real Madrid logró el llamativo triunfo agujereando pronto la defensa del Barça, sin duda su punto fuerte ante la acumulación de despropósitos este curso. Llenó pronto su marcador de puntos, con un parcial de 1-9 mientras el equipo azulgrana tardó tres interminables minutos en encestar por primera vez. Ahí se atisbó el drama. Ni siquiera sirvió que Rice se ajustara la cinta blanca (23 puntos) o que Tomic tratara de alzar un muro bajo su aro. La avalancha blanca pronto arrasó con todo: cuatro de cinco en triples en el primer acto, que fueron ocho de 11 en el descanso (su media es de nueve por partido y logró 14 en total) y un Llull que calentaba sus muñecas con nueve canastas ante los constantes errores locales (20 y 7 asistencias). Sin ir más lejos, seis balones perdidos espolearon a los madridistas aún más
Por mucho que Dorsey se elevara fruto de la rabia, pronto llegó Randolph con un tapón memorable para hundir su ego en el fango de la miseria. Encima, los lanzamientos de tres eran propiedad de los madridistas al tiempo que el Barça lograba el primero a los 17 minutos. Entre eso y unas transiciones blancas eléctricas, como si metieran los dedos en un enchufe para equilibrar su colosal defensa con su abrumador ataque, cualquier intento de reacción barcelonista era absurdo. No acabó ahí el asunto. Si el Barça rezaba en arameo para recuperar a Holmes tras sufrir una conmoción para evitar aumentar a seis la nómina de lesionados, el Real Madrid paseaba por la cancha su colección de jugadores de primer nivel mientras esparcía canastas en el electrónico como quien regala caramelos.

Regalos en defensa

La efectividad blanca contrastaba con el caos azulgrana. Las elecciones en cada ataque eran siempre erróneas y, encima, a los regalos en defensa les faltaba añadirles un lacito y una cariñosa dedicatoria. Ante eso, sólo faltaba que el cansancio por la falta de rotaciones evitara creer en un milagro para remontar los 47 puntos de distancia que llegaron a verse y que acabaron siendo 39.
El Real Madrid gestionó su magnífica renta y disfrutó de la plácida velada ante la penuria del Barça. No acaba de arrancar, ya sea por unas razones u otras, pero la pésima imagen es un evidente signo de alarma. Rice no tiene recambio y acumula minutos como quien suma puntos a su tarjeta del supermercado, el grupo adolece de liderazgo y cuando su férrea defensa cae sin paliativos, no dispone de más argumentos. Todo lo contrario que el cuadro blanco, que pisoteó a los barcelonistas como un elefante a una hormiga. No se dio el gusto de cometer torpezas, pero sí lo hizo un Barcelona que tardó cinco minutos en anotar en el último acto y que lució todos los colores de la gama cromática de la vergüenza.